EL FRENAA ES UNA SEÑAL.

Ninguneado por unos y otros desde su nacimiento, el FRENAA logró este fin de semana, gracias al Gobierno de la Ciudad de México, recibir su certificado de nacimiento como actor nacional.
Y fue así porque lo que pudo ser una protesta más – como muchas de las que ha realizado sin mayor eco en medios – esta vez recibió una cobertura extraordinaria, gracias a que se pudo presentar como víctima, primero por el bloqueo que impidió su llegada al Zócalo, y luego por las provocaciones de personas cercanas a su plantón, que fueron grabados en videos que circularon por Whatsapp durante todo el fin de semana. ¿Es ésta una buena o una mala noticia para el país?
El FRENAA, hay que decirlo, tiene aspectos que preocupan. Entre sus caras más visibles se encuentra Gilberto Lozano, quien ha mostrado un rostro autoritario e incluso potencialmente violento; entre algunos de sus simpatizantes han sido claras las expresiones clasistas para descalificar al presidente y sus seguidores; y en no pocas ocasiones han mostrado una mala comprensión de las acciones del gobierno, como aquellas que lo acusan de ser abortista, entre otras conductas que están alejadas de la realidad.
Dicho eso, sería un error subestimar lo que está pasando con ese movimiento por varias razones. Primero, porque aún con esas evidentes limitaciones se está convirtiendo en la expresión más visible de un sector de la población muy preocupada con el rumbo del país. El FRENAA no propone nada, ni tiene una agenda de cambios, y hasta donde se ve su única consigna es la renuncia del presidente, pero hoy con eso le basta para empezar a articular un estado de ánimo que el propio presidente se ha dedicado a exacerbar con todas sus descalificaciones a cualquier cuestionamiento u oposición.
Pero hay más, a pesar de las críticas que pudieran recibir sus acciones – como las caravanas de autos o ahora el plantón en la Ciudad de México – han logrado un fenómeno inusual y es convencer a un sector de la población de la pertinencia de la lucha política, de la organización e incluso de la protesta, en acciones que antes ellos mismos habrían descalificado como las marchas o los plantones.
El FRENAA puede crecer, nos guste o no, porque el gobierno no escucha y deja que los problemas crezcan. Lo ha hecho con el movimiento de mujeres, con las protestas en Chihuahua, con las madres y padres con hijos con cáncer, y con esas clases medias y altas que siguen enfrentando la inseguridad, la crisis económica y que del gobierno solo han recibido descalificaciones.
El FRENAA debe ser visto no como una enfermedad sino como un síntoma del malestar mal atendido, por el gobierno claro, pero también por la oposición partidista que no ha logrado conducir el enojo que ese grupo empieza a articular.
Vamos a ver qué ocurre con ese movimiento, sobre todo en el año electoral que ya ha iniciado, pero por ahora lo único que está claro es que no se le debe subestimar.