La fábrica de la propaganda
Al no poder transformar la realidad, el Presidente apuesta a cambiar a forma en que la percibimos con la propaganda.
El Presidente López Obrador ha fracasado en su tarea de transformar la realidad y por eso ahora apuesta a cambiar la forma en que la percibimos.
Sin resultados en la creación de empleos, crecimiento de la economía, disminución de la pobreza o baja en la inseguridad, ha emprendido una cruzada para modificar la manera en la que se habla de esos problemas a partir de cuatro estrategias:
Renombrar. Luego de años de prometer un crecimiento de la economía superior al 4 por ciento, el Presidente ha decidido que esa no es una variable importante. De ahí que ahora busque construir métricas que hablen del “bienestar del alma” y de la “felicidad”, o que el Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana hable de que se ha logrado “estabilizar” la violencia o presuma “puntos de inflexión”, aunque los homicidios se mantengan en niveles tan altos. Modificar los parámetros con los que se ha evaluado a los demás, y que el mismo Presidente utilizó para golpear a sus adversarios, es una forma de cambiar el foco ante el fracaso de su gestión.
Distorsionar. Cuando es imposible generar un nuevo rótulo, la apuesta es presentar una lectura a modo de la información disponible. Así, por ejemplo, el Presidente dijo sobre la encuesta del INEGI que muestra un aumento en los casos de corrupción sufridos por la población durante el año pasado, que “cada quien interpreta los datos como los entiende”; misma lógica que se ha seguido para afirmar que la curva de la pandemia se “ha domado”, o al incorporar al envío de remesas de los paisanos -“héroes vivientes”, les ha dicho- como si fuera un dato relevante de su administración.
Lo importante, en este enfoque, no es que algo sea verdadero sino que suene verosímil desde su narrativa, como el decir que los “Científicos” apoyaron a Porfirio Díaz, como si ese término se refiriera a hombres y mujeres de ciencia -y no a un grupo político de la época- o como si los científicos actuales -estos sí reales- tuvieran alguna relación con aquellos.
Ignorar. La tercera vía pasa por dejar de lado aquellos datos que contradigan su visión de la realidad. Ya sea que se trate del reporte de Coneval que advierte que ninguno de los programas actuales atiende a la población que está perdiendo su empleo, a los numerosos pronósticos que anticipan un aumento de la pobreza, o sobre el incremento de las llamadas en las líneas de atención a la violencia doméstica contra las mujeres, temas que no han sido materia de sus mañaneras. Porque desde esta lógica, lo que no se nombra, no existe. De ahí que el Presidente sea tan cuidadoso para seleccionar qué problemas reconoce como tales y cuáles ignora para tratar de evitar que crezcan en la conversación pública.
Fabricar. Y finalmente, y la más importante de todas, si la realidad no puede ser renombrada, distorsionada o ignorada, es necesario fabricar una nueva. De ahí que las conferencias de prensa pasaran de una a cuatro al día, y que el Presidente haya puesto a trabajar a sus voceros oficiales y oficiosos, a hacerle a él y a sus colaboradores entrevistas a modo, en las que se cuenta una épica de un hombre de Estado que ya acabó con la corrupción, que ha logrado ya la aplicación del estado de Derecho y que está ya a la altura de los héroes que el Presidente tanto dice admirar.
Esta es la fábrica que en vez de hablar del desmantelamiento del gobierno al que le recortan el 75% del gasto operativo, habla de austeridad; que en lugar de reconocer la militarización, afirma que por fin se le ponen límites a las Fuerzas Armadas; que no reconoce la crítica sino que imagina golpes blandos; que no admite la legitimidad de los grupos afectados por las acciones y omisiones del gobierno, sino que construye adversarios corruptos por todas partes.
¿Hasta dónde esta maquinaria de propaganda podrá contener los efectos de la cruda realidad? El tiempo, y las elecciones del próximo año, lo dirán.